EL ORIGEN DEL PLANETA NIBIRU


Nibiru, para los babilonios, era un cuerpo celeste asociado con el dios Marduk. Nibiru significa "lugar que cruza" o "lugar de transición". En muchos textos babilonios se identifica con el planeta Júpiter, aunque en la tablilla 5 de la Enûma Elish se asocia con la Estrella Polar, que también se conocía como Thuban o posiblemente Kochab.

Nibiru según la descripción de Zecharia Sitchin y la ufología

Nibiru sería un planeta propuesto por Zecharia Sitchin, basándose en la idea de que las civilizaciones antiguas habrían obtenido sus conocimientos y su desarrollo gracias a hipotéticos contactos con extraterrestres. Sin embargo, esta descripción es considerada inverosímil por científicos e historiadores.
En opinión de Sitchin, el planeta habría adquirido el nombre del dios babilonio Marduk a consecuencia de una usurpación del poder por parte de este dios en el 2024 a. C., atribuyéndose la creación de la Tierra mediante la falsificación en las copias del poema épico Enuma-elish.
Según la descripción de Sitchin sobre la cosmología sumeria, Nibiru sería el buscado «duodécimo planeta», o el Planeta X (que incluye la descripción de 10 planetas, más el Sol, y la Luna).
Igualmente indica que en la antigüedad se habría producido una catastrófica colisión de uno de sus satélites con Tiamat, un hipotético planeta también postulado por Sitchin, y que habría estado entre el planeta Marte y Júpiter; hecho que habría formado el planeta Tierra y el cinturón de asteroides. Además, según Sitchin, Nibiru habría sido el hogar de una poderosa raza alienígena, los Anunnaki. Como consecuencia de la colisión, según afirma Sitchin, el planeta Nibiru habría quedado atrapado en el Sistema Solar, volviendo al lugar de la colisión periódicamente en una órbita excéntrica. Más tarde vinieron a la Tierra.
Sitchin cita algunas fuentes que según él, hablarían sobre el planeta, que posiblemente sería una estrella (concretamente una enana marrón) que estaría en una órbita sumamente elíptica alrededor del Sol, la cual tuvo su perihelio hace aproximadamente 3600 años y un período orbital de unos 3600 a 3760 años. Sitchin atribuye estos datos a los astrónomos de la civilización maya.
En un libro recientemente publicado, titulado 2012: cita con Marduk, el escritor e investigador turco Burak Eldem presenta una nueva hipótesis, sugiriendo que son 3661 años los que duraría el período orbital del supuesto planeta y reclamando que habrá "una fecha de vuelta" para el año 2012. Según la teoría de Eldem, 3661 es un séptimo de 25 627, que es el ciclo total "de 5 años mundiales" según el calendario maya extendido. El último paso orbital de Marduk, añade, sucedió en el 1649 a. C. y causó grandes catástrofes sobre la Tierra, incluyendo la erupción de la isla Thera (en el mar Mediterráneo). A pesar de la belleza de la teoría no calza con la erupción de Thera que fue en 1627 antes de Cristo, ni tampoco con la mitología mesopotámica que lo "habría" visto cinco siglos antes y como sabemos ni siquiera ha sido visible facilmente el mismo siglo de su regreso.
Según los seguidores de Sitchin, sus ideas estarían avaladas por su dominio en lenguas muertas como el sumerio, y asistidas por la traducción de piezas consideradas tesoros; aunque esto realmente no es científicamente un fundamento astronómico.
Marshall Masters, en uno de sus libros, apoya la hipótesis de la existencia del planeta Nibiru en nuestro sistema solar.

¿Sobre que bases elaboró Sitchin la teoría de la existencia de Nibiru?

Sitchin empieza la búsqueda del planeta del que habrían venido los Anunnaki en los textos de las tablillas sumerias. Dentro de la visión de Sitchin, estos relatos sumerios suponen documentos científicos e históricos que narran la vida y obra de estos seres mientras vivieron entre los humanos.

Algunos pasajes, como el siguiente indican que los Anunnaki eran capaces de ir y volver de la morada celestial de Anu, líder de los Anunnaki.
Sitchin, de acuerdo con su teoría, identifica la “puerta de Anu en los cielos” como el planeta de los Anunnaki. En otros textos, Sitchin encuentra referencias de viajes realizados por Anu desde su planeta hacia la Tierra, y de varios viajes realizados por Enlil e Ishtar desde la Tierra hacia su planeta. Sitchin deduce que si los Anunnaki fueron capaces de realizar varios viajes entre la Tierra y su planeta, este no debería estar demasiado lejos del Sistema Solar.
A partir de este detalle, Sitchin empieza a buscar textos o representaciones artísticas que puedan encaminarlo en su búsqueda. Su primer hallazgo significativo es la representación (en la imagen de abajo) de la deidad sumeria Inanna, que extiende sus rayos a once cuerpos celestes que flotan en formación circular alrededor de ella. Inanna era representada de varias maneras, una de ellas es esta que podría hacer alusión a su título de “Dama de los Cielos”, en la que aparece rodeada de cuerpos celestes. Para Sitchin, podría ser también la representación de un Sol, alrededor del cual orbitan 11 planetas. Sitchin lleva su hipótesis al límite de lo razonable, aunque hay que precisar, que no existe ningún consenso sobre el significado de las estrellas que rodean a la deidad.
Sitchin se pregunta, si fuera cierto que esta representación de Inanna es también una representación del Sistema Solar ¿por qué los sumerios contaban a 11 planetas?
Antes de continuar, Sitchin decide indagar sobre el nivel de conocimiento astronómico de los sumerios, y para eso, nos presenta su visión del desarrollo de la astronomía.
Para él, Nicolás Copérnico tomó de los astrónomos griegos la teoría de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Nos pone dos ejemplos:
El astrónomo griego Aristarco de Samos(310-230 a.C.) sostenía, en el siglo III a.C., que los desplazamientos de los planetas eran más comprensibles si se ponía al Sol en el centro del sistema.
El astronomo, matematico y geografo griego Hiparco de Nicea (190-120 a.C.), en el siglo II a.C, descubrió el fenómeno de precesión de los equinoccios, un fenómeno que sólo se puede explicar si uno considera que la Tierra es una esfera y no una superficie plana, como se creía hasta el siglo XV.
Sitchin sostiene que astrónomos como Hiparco, quien había vivido en Asia Menor, sabían que la Tierra era una esfera pues habían recibido el conocimientos de fuentes mesopotámicas. Para probar su hipótesis, Sitchin nos cuenta:
“El mismo Hiparco confirmó en sus escritos que sus estudios se basaron en un conocimiento acumulado y verificado durante milenios. Y nombró a sus mentores, «los astrónomos babilonios de Erek, Borsippa y Babilonia». Gemino de Rodas indicó a los «caldeos» (los antiguos babilonios) como los descubridores de los movimientos exactos de la Luna. El historiador Diodoro Sículo, en el siglo i a.C, confirmó la exactitud de la astronomía mesopotámica, y afirmó que «los caldeos dieron nombre a los planetas… en el centro de su sistema estaba el Sol, la luz más grande, del cual los planetas eran ‘descendientes’, reflejando la posición y el brillo del Sol»”
Según Sitchin, los astrónomos sumerios fueron los primeros en descubrir que la Tierra giraba alrededor del Sol.
Pero, ¿qué evidencias tenemos sobre el avanzado conocimiento astronómico de los sumerios?
Sitchin nos pone algunos ejemplos:
El profesor Alfred Jeremías descubrió que los astrónomos mesopotámicos conocían el fenómeno de la retrogradación, el curso errático y serpentino que parecen tener los planetas cuando son observados desde la Tierra.
Un texto clasificado como el AO.6478, presenta una lista de 26 estrellas visibles a lo largo de una línea, que sería lo que hoy llamamos el Trópico de Cáncer, y precisa las distancias entre las estrellas, medidas de tres formas diferentes.
El profesor H. V. Hilprecht de la Universidad de Pensilvania, analizó varias tablillas sumerias que contenían operaciones matemáticas, y encontró que todas se basaban en el numero 12’960,000. Su análisis concluyó que este numero estaba relacionado con el Gran Año zodiacal de 25,920 años terrestres, lo que significaba que los sumerios conocían bien el fenómeno de precesión.
El profesor George Sarton descubrió que las posiciones de los cuerpos celestes se calculaban con dos métodos: uno tardío, utilizado en Babilonia; y uno más antiguo, utilizado en Uruk. Lo inesperado de su descubrimiento es que el método más antiguo, el de Uruk, era más preciso y sofisticado que el tardío.
Luego de encontrar representaciones artísticas que podrían representar un Sistema Solar con 12 planetas y comprobar el nivel de conocimientos astronómicos de los sumerios, Sitchin nos refiere al termino sumerio “mul”. Según sus investigaciones, los sumerios se referían a todos los planetas, estrellas o constelaciones, indistintamente, como “mul” (lo que brilla en las alturas). El problema aparece cuando en algunos textos se encuentra el termino “mulmul”.
Los estudiosos de la cultura sumeria sostienen que “mulmul” debe ser traducido como “estrellas’ o, más específicamente como las “pléyades”. Pero, el investigador Franz Kugler sostuvo que el termino no podía ser traducido como “pléyades” pues en algunos textos se afirmaba que “mulmul” incluía a los planetas, al Sol y a la Luna. Kugler encontró, además, que en algunos textos aparecía el termino ‘mulmul ul-shu 12”, es decir “mulmul es un grupo de doce”.
Sitchin, entonces, propone que “mulmul” es el termino que los sumerios habrían usado para referirse al Sistema Solar utilizando la repetición (MUL.MUL) para indicar el grupo como una totalidad. Para reforzar su teoría cita una traducción de Charles Virolleaud. Este investigador tradujo el texto mesopotámico clasificado como K3558, que describe a los miembros del grupo “mulmul”:

El número de sus cuerpos celestes es doce. Las estaciones de sus cuerpos celestes doce. Los meses completos de la Luna es doce.”
Sitchin nos presenta otro texto que apoya su teoría. Ernst Weidner encontró que, algunos textos sumerios como la llamada tablilla TE se referían al “camino del Sol” de la siguiente manera:
“naphar 12 shere-mesh ha.la sha kakkab.lu sha Sin u Shamash ina libbi ittiqu” 
Weidner tradujo la inscripción anterior como:
“todo en todo, 12 miembros adonde la Luna y el Sol pertenecen, donde orbitan los planetas”.
Para Sitchin, los textos mencionados confirman que los sumerios contaban a 12 cuerpos celestes en el Sistema Solar, incluyendo al Sol y a la Luna. Si en la actualidad sólo contamos “oficialmente” a 8 planetas en el Sistema Solar (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno) ¿cómo llegaron los sumerios y los Anunnaki a contar doce cuerpos celestes en el Sistema Solar?
Si incluimos al Sol y a la Luna, como Sitchin sostiene que hacían los sumerios instruidos por los Anunnaki, llegaríamos a 10. Pero aún nos faltan dos. Sitchin propone que uno de esos planetas es Plutón y el otro es el planeta de los Anunnaki. Revisemos el caso.

Plutón es un planeta de menor tamaño cuya orbita lo mantiene en la parte exterior del Sistema Solar, más allá de Neptuno. Su orbita está inclinada 15 grados sobre la orbita de los 8 planetas “oficiales” del Sistema Solar (plano que se denomina la “eclíptica”). Esa inclinación de 15 grados y su posición en los limites del Sistema Solar fue lo que hizo que Plutón pasara desapercibido por miles de años, hasta ser descubierto en 1930. Hoy en día, Plutón es considerado un planeta enano y no es el único de su especie. El planeta enano de mayor tamaño es Eris, luego le sigue Plutón, Makemake, Haumea y el asteroide Ceres.
Algunos investigadores se preguntan ¿por qué los sumerios conocían a Plutón y no a cualquier otro de estos planetas enanos? ¿por qué no afirmar que los dos planetas faltantes de la teoría de Sitchin eran dos planetas enanos que habían sido observados por los Anunnaki?
Lo más probable es que Sitchin tenga razón, y Plutón haya sido el único planeta enano considerado por los Anunnaki y los sumerios como parte importante del Sistema Solar. La explicación podría estar en las orbitas de Eris, MakeMake y Haumea, que tienen 30 grados o más de inclinación sobre la eclíptica dificultando, extremamente, su detección y/o observación. Por algo, estos 3 planetas enanos han sido descubiertos en los últimos 10 años.
¿Ceres podría haber sido considerado por los sumerios como otro planeta? Su orbita sólo tiene una inclinación de 10 grados sobre la eclíptica (lo que lo hace más fácil de ubicar, por algo se descubrió en 1801) y se encuentra en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Sin embargo, con un diámetro que es poco mas de un tercio del de Plutón, podría haber pasado desapercibido para los sumerios o los Anunnaki.

Es decir, existe la posibilidad de que los sumerios hayan observado a los 8 planetas “oficiales” y a Plutón, porque el ángulo de su orbita no se aleja demasiado del ángulo de las orbitas de los otros 8 planetas oficiales de nuestro Sistema Solar como si lo hacen los otros planetas enanos descubiertos en los últimos 10 años.
Sitchin, entonces, identifica a los 12 planetas que representaban y a los que se referían los sumerios en sus textos como: los 8 planetas oficiales, el Sol, la Luna, Plutón y el planeta de los Anunnaki, al cual a modo de identificación denomina como el 12avo planeta.
El complicado rompecabezas que Sitchin ha tenido que armar para plantear la teoría del planeta Nibiru va tomando forma, pero aún faltan muchos detalles.
Revisemos el famoso cilindro-sello VA243 (que podemos apreciar abajo). Sitchin propone que la disposición y tamaño de los círculos que aparecen en el cilindro-sello VA243 (de aparente origen acadio), guardan una relación con las posiciones y dimensiones de los planetas de nuestro Sistema Solar.
El único error de Sitchin es que, en su afán de probar que estos círculos representan a los planetas del Sistema Solar, no contempla la posibilidad más adecuada. Según Sitchin la Tierra es el circulo identificado como número 6. Nosotros proponemos, como se aprecia en la ilustración, que la Tierra es el circulo identificado con el número 9. Comenzando desde el punto que esta más abajo y siguiendo por izquierda tenemos 1. Urano, 2. Saturno, 3. Jupiter, 4. El planeta de los Anunnaki, 5. Marte, 6.Mercurio, 7.Pluton, 8. Luna, 9. Tierra, 10. Venus, 11. Neptuno. 12, Sol. De esta manera, la Luna (8) esta más cerca de la Tierra (9), Plutón(7) es el más alejado del Sol, y Mercurio (6) es más pequeño que la Tierra.
Es cierto que, inclusive en este caso, Venus aparece representado más grande que la Tierra, pero no olvidemos que estamos tratando con representaciones artísticas de más de 4,000 años de antigüedad. Para Sitchin, el planeta identificado con el número 4, es el planeta del que habrían venido los Anunnaki.
Veamos si el símbolo central, realmente, puede ser un Sol.
Según Jeremy Black y Anthony Green en su trabajo “Dioses, Símbolos y Demonios de la Antigua Mesopotamia”, el símbolo del dios Sol Utu o Shamash es una estrella de 4 puntas dentro de un disco, con 3 líneas ondulantes saliendo de cada una de las intersecciones de las líneas que forman las puntas de la estrella (ver imagen arriba). El símbolo central que Sitchin denomina como el Sol es una estrella de 6 puntas, no tiene ninguna línea ondulante, y no está dentro de un disco. Por consiguiente, no puede ser Shamash. Tampoco puede ser Ishtar pues según el mismo estudio citado más atrás, el símbolo de esta deidad es una estrella de 8 puntas dentro de un disco. Tampoco es una estrella, pues normalmente se representaban con 8 puntas.
Según Jeremy Black y Anthony Green las estrellas de 6 puntas, como el signo que Sitchin identifica como el Sol, no tienen un significado conocido:
“El motivo de una estrella de 6 puntas ocurre durante el mismo periodo (neo-asirio) pero es de significado desconocido.” 
¿Podríamos estar ante un representación del Sistema Solar, como un todo, y no exclusivamente del Sol? en otras palabras, ¿podría ser esta una representación del Sistema Solar al que, según Sitchin, los sumerios llamaban “mulmul”?
La investigadora Van Buren sostiene que los círculos y el símbolo central del VA243 no son más que una representación de las pléyades, el que algunos estudiosos de la cultura sumeria llaman “mulmul”, pero la representación artística guarda muchas mas similitudes con el Sistema Solar que con las pléyades. Además, como hemos visto antes, Franz Kugler demostró que traducir “mulmul” como pléyades no era correcto pues habían varios textos que incluían al Sol y a la Luna dentro del “mulmul”.
Como ya sabemos, las hipótesis de Sitchin pueden pecar de audaces, pero tienen fundamentos lo suficientemente sólidos como para no descartarlas “a priori”.
Aún quedan algunas interrogantes, en la próxima entrega analizaremos el cilindro-sello Hermitage, la orbita de Nibiru y el origen de su extraño nombre.
Luego de la colisión entre Nibiru y el planeta Tiamat, narrada en el Enuma Elish, el planeta de los Anunnaki podría haberse alejado del Sistema Solar para perderse en el espacio. Sin embargo, según Zecharia Sitchin, no fue así. Las fuerzas gravitatorias que provocaron la colisión entre el planeta de los Anunnaki y el planeta Tiamat, condenaron al primero a un continuo retorno a través de una órbita gigantesca.
Sus regresos o acercamientos a la región central del Sistema Solar provocaron torrenciales lluvias e inundaciones en el planeta Tierra.
Zecharia Sitchin llegó a esta conclusión al revisar algunas traducciones de textos de origen sumerio que tratan de predecir o profetizar el efecto que tendría el próximo acercamiento del planeta Nibiru en la Tierra y la humanidad.

“Si desde la posición de Júpiter, el Planeta (Nibiru) pasa hacia el oeste, habrá un tiempo para morar en la seguridad. La amable paz descenderá sobre la Tierra… Cuando el Planeta del Trono del Cielo crezca en brillo, habrá inundaciones y lluvias… Cuando Nibiru alcance su perigeo, los dioses darán paz; se resolverán los problemas, las complicaciones se aclararán.”

Cuando el texto anterior dice que “si el planeta Nibiru pasa por el oeste de Júpiter habrá tranquilidad”, quizás nos trata de explicar que si el planeta de los Anunnaki no cruza exactamente por la zona del Sistema Solar donde se encuentra la Tierra, no habrán mayores catástrofes. Luego el texto nos advierte que si este planeta se acerca o “crece en brillo” habrán inundaciones y lluvias en la Tierra. La última parte del texto es bastante clara: “cuando Nibiru alcance su perigeo” es decir cuando este planeta se encuentre en el tramo de su órbita más alejado del Sol, entonces “los dioses darán paz, se resolverán los problemas.”
Según este texto, la cercanía o lejanía del planeta Nibiru era un asunto de extrema importancia que afectaba las condiciones de vida en la Tierra. Los pueblos de la antigüedad no sólo habrían esperado la llegada periódica del planeta Nibiru sino que también habrían seguido su avance en los cielos como medida de precaución ante las catástrofes que su cercanía provocaba.

“La aparición y desaparición periódica del planeta confirma la suposición de su permanencia en órbita solar. En este aspecto, el planeta Nibiru actúa como muchos cometas. Algunos de los cometas conocidos -como el Halley, que se acerca a la Tierra cada 75 años- desaparecían de la vista durante tanto tiempo, que a los astrónomos les resultaba difícil darse cuenta de que se trataba del mismo cometa. Otros de estos cuerpos celestes sólo se han visto en una ocasión para la memoria humana, y se supone que tienen períodos orbitales de miles de años. El cometa Kohoutek, por ejemplo, descubierto en Marzo de 1973, llegó hasta los 120.000.000 kilómetros de la Tierra en Enero de 1974, y desapareció por detrás del Sol poco después. Los astrónomos calculan que volverá a aparecer en algún momento entre los 7.500 y los 75.000 años en el futuro.”

Sitchin nos explica que las frecuentes apariciones de Nibiru en los cielos terrestres encontradas en varios textos antiguos, son prueba de que su órbita no puede ser tan grande como la del cometa Kohoutek.

Texto sumerio clasificado como wb444 

La investigación sobre la duración de la órbita del planeta de los Anunnaki empieza con Beroso, el famoso astrónomo babilonio y está relacionada con una palabra clave: shar. Beroso menciona a diez soberanos caldeos que reinaron en la Tierra por 432,000 años desde que «el reino fue bajado del Cielo» hasta que «el Diluvio barrió la Tierra». Alejandro Polihistor, quien resumió los escritos de Beroso, escribió:
“En el segundo libro estaba la historia de los diez reyes de los caldeos, y los períodos de cada reinado, que sumaban en total 120 shar’s, es decir, 432.000 años; para llegar a la época del Diluvio.”
Si Polihistor sostuvo que los diez gobernantes reinaron por 432,000 años o 120 shars, una simple operación matemática nos permite deducir la duración de un shar.
432,000÷120 = 3,600
Un shar dura 3,600 años.
Cabe preguntarse ¿de dónde había obtenido Beroso esta información¿ y ¿qué tiene que ver con el planeta Nibiru?
En el siglo XIX se comprobó que Beroso no había inventado nada, se basó en una lista de reyes sumerios, conocida como WB 444, que fue la que originó la tradición de los diez gobernantes antediluvianos. Aquí un fragmento.
““Después de que la realeza bajó del cielo, el reino estuvo en Eridug. En Eridug, A.LU.LIM se convirtió en rey; gobernó 28.800 años. A.LAL.GAR gobernó 36.000 años….El divino DU.MU.ZI, Pastor, gobernó 36.000 años…”
La lista original de Beroso menciona a varios gobernantes mesopotámicos y detalla la duración milenaria de sus respectivos mandatos. Tomando en cuenta nuestros cálculos sobre el shar, sabemos que un rey gobernó por 10 shars, otro por 8 y así sucesivamente. El shar era la unidad de tiempo utilizada para medir los reinados en esa época.
Para Sitchin, la relación entre el shar y la órbita de Nibiru es evidente. Si el shar es la unidad de tiempo en la que se medían los reinados hace casi medio millón de años, esos reyes sólo podrían haber sido los Anunnakis del planeta Nibiru, ya que no tenemos ninguna evidencia de civilización humana en aquella época. Los Anunnakis contaban su reinado en orbitas del planeta Nibiru. Entonces, un shar de 3,600 años terrestres es una órbita completa de Nibiru, o simplemente un año Anunnaki.
Al margen de que un shar sea una órbita completa de Nibiru alrededor de Sol o un año Anunnaki, ¿Cómo podemos explicar reinados de 28,800 años de duración?
Sitchin tiene la respuesta. Para él, los reyes Anunnaki mencionados en la lista no cuentan los años de acuerdo a nuestras orbitas sino de acuerdo a las de su planeta de origen, Nibiru.
“Nuestro «año» es, simplemente, el tiempo que le lleva a la Tierra completar una órbita alrededor del Sol. Dado que la vida se desarrolló en la Tierra cuando ya estaba orbitando al Sol, la vida en la Tierra sigue el patrón de esta duración orbital. Vivimos tal cantidad de años porque nuestros relojes biológicos están ajustados a tal cantidad de órbitas de la Tierra alrededor del Sol. Existen pocas dudas de que la vida en otro planeta se «temporizaría» en función de los ciclos de ese planeta… ¿Qué ocurre si, como sugerimos, su órbita (Nibiru) alrededor del Sol durara 3,600 años? Entonces 3,600 de nuestros años serían sólo uno en su calendario, y también un solo año en su vida. El tiempo de mandato (reinado) del que hablan los sumerios y Beroso no sería, de este modo, ni «legendario» ni fantástico: sólo habría durado cinco, ocho o diez años de los Anunnaki.”
Según Zecharia Sitchin, estos reinados se contaban en shars o orbitas de Nibiru porque siempre empezaban y terminaban con un nuevo acercamiento del planeta de los Anunnaki a la región central del Sistema Solar. Los gobernantes empezaban su reinado con el aterrizaje en la Tierra y lo terminaban con el despegue.
Según Beroso, entre la llegada del primero de los reyes de la lista y el diluvio universal pasaron 432,000 años o 120 años Anunnaki. Si asumimos que el diluvio sucedió alrededor del 12,000 a.C. podemos entender cuando Sitchin afirma que los Anunnaki llegaron a la Tierra alrededor del 444,000 a.C.
Debemos suponer que los Anunnaki tenían, hace medio millón de años, la tecnología para viajar en el espacio. Inclusive si los viajes sólo se realizaron cuando su planeta estaba cerca de la Tierra, necesitarían tecnología para realizar el viaje desde Nibiru hacia la Tierra.
Si asumimos que el diluvio fue consecuencia de uno de los acercamientos del planeta Nibiru a la región central del Sistema Solar, podemos calcular sus siguientes periodos orbitales. Si el diluvio ocurrió alrededor del 11,500 a.C., el siguiente paso de este planeta cerca a la Tierra habría ocurrido en el 7,900 a.C., el siguiente en el 4,300 a.C., luego en el 700 a.C., y el próximo acercamiento podría ocurrir en el 2,900 de nuestra era.
Para terminar, entremos al terreno de la especulación. Si el diluvio tuvo lugar hacia el 12,500 a.C., Nibiru debió haber pasado cerca de la Tierra en los años 1,900, al no tener registro del evento podríamos concluir que Nibiru no existe. Pero, si el diluvio tuvo lugar en el 12,400 a.C., Nibiru debería pasar cerca de la Tierra entre el 2,000 y el 2,100.
El problema radica en que no tenemos una fecha exacta del diluvio universal, y por eso no podemos establecer con exactitud, de acuerdo a la teoría de Sitchin, cuando tendría lugar el próximo acercamiento de Nibiru.
Es así como Zecharia Sitchin estableció la duración de la órbita de Nibiru, el planeta de los Anunnaki.