El médium estadounidense Edgar Cayce (1877-1945) había predicho en 1900 que en 1968 o 1969, alrededor de las islas Bimini (Bahamas), se encontrarían vestigios de la antigua Atlántida.
En efecto, en 1969, dos escritores estadounidenses, Robert Ferro y Michael Grumley, quienes ya habían estado interesados desde hacía tiempo en los fenómenos paranormales, iniciaron la exploración subacuática de los lechos marinos situados casi a una milla de la costa occidental de North Bimini.
Su guía les había informado que en la zona se habían avistado extrañas rocas sumergidas alineadas, como si fueran una especie de muro o incluso como si hicieran parte de una arcaica calle.
Luego de varias inmersiones, Ferro y Grumley dijeron haber encontrado, de 5 a 10 metros de profundidad, una serie de rocas rectangulares alineadas, de hasta 6 metros de longitud y 3 metros de anchura.
Los dos exploradores subacuáticos comunicaron, además, que toda la formación tenía unos 200 metros de extensión.
Ferro y Grumley escribieron un libro cuyo título es Atlántida: autobiografía de un descubrimiento, en el cual relataron su aventura.
Según ellos, los muros de Bimini hacían parte de las ruinas de la ciudadela de Atlántida, y fueron construidos por una civilización marítima que se desarrolló hace alrededor de 15.000 años.
En el libro están incluidas también algunas fotografías del conde Pino Turolla de Miami, un explorador subacuático.
Sin embargo, lo que no se especificó en el libro fue el método de datación utilizado por los tres exploradores. Además, parece que no se hallaron evidencias arqueológicas en las proximidades de los muros de Bimini, como por ejemplo cerámica o restos de carbón fósil (como, en cambio, sí se encontró en los lechos marinos de Khambat).
En una de sus inmersiones, Turolla descubrió otros fragmentos de muros en los lechos marinos ubicados en la punta extrema de la isla de North Bimini, y esto lo hizo llegar a la conclusión de que probablemente, en la antigüedad, el muro que hoy se encuentra sumergido rodeaba toda la isla.
El escritor Charles Berlitz (1914-2003), narró el descubrimiento de los muros de Bimini en su libro Misteries from forgotten worlds (1972), pero atribuyó el hallazgo a los arqueólogos Manson Valentine y Dimitri Rebikoff, y al buzo y campeón de apnea Jacques Mayol, en septiembre de 1968.
Según Berlitz, el descubrimiento inicial se dio pocos meses antes, cuando dos pilotos sobrevolaron las Bahama Banks y se dieron cuenta desde lo alto de aquellas extrañas formaciones. Berlitz afirmó también que el primer avistamiento subacuático ocurrió en Pine Key, alrededor de la isla de Andros. De otra parte, este escritor fue el primero en sostener que había una extraña semejanza entre los bloques de Bimini y los ciclópeos muros de Sacsayhuamán, situados a 3555 metros sobre el nivel del mar, en Cusco, Perú.
Estudios sucesivos comprobaron que, en realidad, hay dos muros principales, que convergen pero que no se unen. Tienen unos 800 metros de longitud y están formados por bloques de piedra rectangulares que tienen una dimensión, en promedio, de 3x2 metros. Los bloques son rocas sedimentarias calcáreas.
En 1978, el departamento de Geología de la Universidad de Miami procedió a datar con el método del carbono 14 algunos elementos orgánicos presentes en los bloques de Bimini, como restos de moluscos en conchas, llegando a la conclusión de que tienen 3500 años de antigüedad, remontándose, por tanto, al 1500 antes de Cristo. No obstante, este método de datación no ayudó a dilucidar si los bloques de Bimini son formaciones naturales o verdaderos muros construidos por el hombre en el pasado.
Los dos investigadores John Gifford y Mahlon Ball, cuyos análisis aparecieron en el National Geographic Society Research Report, efectuaron una datación mucho más compleja de un bloque de biopelsparite utilizando el método del uranio-torio, según el cual es posible datar minúsculos fósiles que se hayan formado en la roca. Esta datación ofreció un resultado muy distinto: los fósiles microscópicos que se formaron en las rocas tendrían una antigüedad de 15.000 años, o bien, se remontarían al 13.000 antes de Cristo. De eso se deduce que los muros de Bimini se sumergieron justo 13.000 años antes de Cristo, probablemente luego del cataclismo mundial llamado diluvio universal, que produjo un alzamiento de los mares de aproximadamente 150-200 metros, por causas aún desconocidas. (La mayoría de los estudiosos, empero, indica que el diluvio universal tuvo lugar en el 10.000 a.C.)
Algunos científicos que refutaron los datos de Gifford y Ball aseveran precisamente que, estando el nivel de los mares más bajo de unos 150 metros en el 13.000 a.C., no es posible que aquellos particulares moluscos (ahora fósiles), se encontraran en los muros de Bimini, completamente expuestos al sol y, por tanto, señalan que la datación está completamente errada.
El mundo de la arqueología y de la geología tradicional no avala la hipótesis de que los muros de Bimini hayan sido construidos por el hombre en épocas arcaicas, sino que afirma que estas formaciones son totalmente naturales. El estudioso más eminente que sostiene esta hipótesis “natural” es Eugene Shinn (US Geological Survey). Según esta tesis, los bloques de Bimini no serían otra cosa que formaciones calcáreas que crearon, en el curso de los milenios, un suelo en recuadros, rara formación generada en las rocas sedimentarias que se encuentran en algunas orillas oceánicas (por ejemplo, en Tasmania). Luego de este proceso natural, la roca se fracturó en bloques rectangulares que parecen justamente pedazos de muro.
Hasta el día de hoy sigue siendo un misterio si los bloques de Bimini fueron construidos por el hombre o si son solamente una extraña formación natural.
Lo que es cierto es que no se han encontrado restos de actividad humana en la zona, como cerámica o rastros de carbón fósil, pero los que apoyan la teoría “artificial” responden a esta objeción diciendo que la fuerza del mar pudo haberlos arrastrado lejos.
A este propósito, sería oportuno efectuar trabajos de excavación con extractores de aire y con el método estratigráfico, pero la complejidad y el costo de un trabajo tan difícil a 5 – 10 metros de profundidad no lo han permitido hasta el momento.