Las Esferas de piedra de Costa Rica son un grupo de más de quinientas petrosferas ubicadas principalmente en el sur de Costa Rica en la llanura aluvial del Delta del Diquís (confluencia del río Sierpe y el Río Grande de Térraba), en la Península de Osa y en la Isla del Caño.
Las esferas son conocidas localmente como “Las bolas de Costa Rica”. Como conjunto se consideran únicas en el mundo por su número, tamaño, perfección, formación de esquemas organizados y abstracción ajena a modelos naturales.
Las dimensiones de las esferas oscilan en un rango de los 10 centímetros hasta los 2,57 metros de diámetro y su peso llega a superar las 16 toneladas. La mayoría están hechas en piedras duras como granodiorita, gabros y algunas pocas en caliza. Los arqueólogos a través de la estratigrafía de su emplazamiento y de otros objetos encontrados en su cercanía, estiman que las piedras fueron ubicadas por los indígenas de la zona entre el [[siglo IV a. C.|300 a. C. y el 300 d. C., pero el trabajo escultórico aún no ha podido ser datado científicamente.
También se han encontrado junto a objetos del tipo “cerámica polícroma de Buenos Aires” (1000−1500 a. C.) y se ha establecido que la zona estuvo habitada al menos desde el 6000 a. C.. Han sido descubiertos 34 sitios arqueológicos, desde el delta del Diquís en el sur, la Isla del Caño a 17 kilómetros de la costa, llanuras atlánticas hasta en Papagayo, Golfo de Nicoya (a 300 km al norte del delta del río Diquís.
Hoy cientos de estas esferas pequeñas se encuentran en colecciones privadas y museos dispersos por el mundo.
Han surgido muchos mitos alrededor de estas esferas, su significado, sus constructores, fines, técnicas constructivas y de transporte, fecha y canteras de las piedras: hechas por descendentes de la Atlántida, geomorfosis natural, pociones secretas para ablandar la piedra, que en el centro tienen una semilla de café, participación de extraterrestres, ejes energéticos complementarios a Nazca y Pascua, delimitación territorial, hitos conmemorativos, representación del eterno femenino, dispositivos navegacionales, símbolo perfecto de la divinidad, fuentes de energía y bienestar, dispositivos de equilibrio tectónico, puertas dimensionales. Enfoques esotéricos han sido tratados en múltiples libros como en los escritos por el escritor suizo de bestsellers Erich von Däniken y el escritor español Juan José Benítez.
La idea de que fueron jardines astronómicos con fines de calendarizar ciclos agrícolas o que servían para establecer el rango social dentro de la tribu son las explicaciones, por ahora, más aceptadas por la arqueología.