Existen varias versiones con respecto a por qué el número 13 es considerado de mal agüero. La creencia es bastante antigua y existe un sinnúmero de teorías al respecto, todas las cuales han sido cuestionadas alguna que otra vez. Se ha propuesto, por ejemplo, que los miedos que rodean al número 13 son tan viejos como el acto de contar. El hombre primitivo sólo tenía sus diez dedos y dos pies para representar unidades, dice esta explicación, así que no podrían haber contado más allá de 12. Lo que hubiera más allá (el 13) era un misterio impenetrable para nuestros antepasados prehistóricos, por lo tanto, un objeto de superstición. La crítica más importante a esta teoría es la siguiente: ¿Acaso los hombres primitivos carecían de dedos de los pies?
También se ha dicho que el número 13 se considera de mala suerte, originariamente debido a que hubo 13 personas en la Última Cena (Cristo y sus doce discípulos). Se dice al respecto que si 13 personas se juntan a cenar, todas ellas morirán antes de que un año haya transcurrido. La misma superstición se les ha atribuido a los antiguos vikingos y a los hindúes.
Se cuenta que Filipo de Macedonia, el padre de Alejandro, murió asesinado tras agregar su propia estatua a la de los doce dioses principales.
En el Apocalipsis, en su décimo tercer capítulo, aparecen el Anticristo y la Bestia. Mientras que el doce se vivía y ve aún como un totum, una totalidad en sí mismo, el trece supone una ruptura, un desequilibrio momentáneo pero real. Recordemos, de paso, que mientras las cifras pares se alinean del lado de lo benéfico en razón de su misma paridad, las impares tienen algo de nefasto, de inasible, abrupto, dispar. Sin embargo el 13 tiene, también, aspectos positivos: Zeus entre los doce dioses; Jesús entre los doce apóstoles. Ulises, el decimotercero de su grupo, se salva de ser devorado por el cíclope.
Muchas ciudades no tienen una Calle 13 o una Avenida 13. Muchos edificios no tienen un piso 13, sino que se saltean del 12 al 14. Esto de hecho ha traído mala suerte a practicantes de bungee jumping al calcular mal los metros de soga que necesitaban para arrojarse de determinada construcción, con resultados fatales.
Más allá de los terrores que los números acarrearan a nuestros ancestros cazadores y recolectores, las civilizaciones antiguas no eran unánimes en su temor al número 13. Los chinos, por el contrario, lo consideraban afortunado, como notan algunos comentaristas, así como también los egipcios en tiempo de los faraones. Para éstos, según cuentan las fuentes, la vida era un viaje para la ascensión espiritual que se realizaba en etapas –doce en esta vida y una decimotercera más allá, que se creía que sería una vida eterna. El número 13 por lo tanto simbolizaba la muerte, pero no en términos de polvo y decadencia, sino como una transformación gloriosa y deseable.
Aunque la civilización egipcia se haya extinguido, el simbolismo conferido al número 13 por su casta sacerdotal sobrevivió, sólo para ser corrompido por las culturas subsecuentes que llegaron a asociar el número 13 con el miedo a la muerte en lugar de una reverencia a la vida espiritual posterior. Los turcos, por ejemplo, desprecian tanto al número 13 que prácticamente fue expulsado de su vocabulario.
Otras fuentes especulan con que el número 13 puede haber sido vivificado a propósito por las religiones patriarcales en los días tempranos de la civilización occidental, debido a que representaba la feminidad. El 13 ha sido reverenciado en las culturas prehistóricas de adoración de la diosa, se dice, debido a que corresponde al número de ciclos lunares (menstruales) en un año (13 x 28 = 364 días). La “Madre Tierra de Laussel”, por ejemplo –una talla de 27.000 años de antigüedad encontrada cerca de las cuevas de Lascaux en Francia, a la que a menudo se cita como un ícono de la espiritualidad matriarcal- representa una figura femenina sosteniendo un cuerno con forma de cuarto creciente que tiene trece muescas. Una vez que el calendario solar triunfó sobre el lunar con el ascenso de la civilización dominada por los hombres, éste fue sometido. Lo mismo habría ocurrido con el número 12 por sobre el 13, de ahí en más considerado anatema.
Desde el punto de vista del Tarot el decimotercer arcano mayor está asociado a la extinción y a la letra m , comienzo de la palabra hebrea mavet, muerte. Sólo que esa muerte, como la del grano en la agricultura, supone un eventual renacimiento. De hecho un cambio necesario.Así que, entonces, la mala fama del trece, tanto si cae en martes como en viernes, procede del temor a lo excepcional, al cambio, a la ruptura.
Existen personas que sufren de la llamada “Triscadecafobia” y sufren pánico frente a conjuntos de 13 elementos, o ante la vista del número 13. Evitan pronunciarlo y a veces se refieren al 13 como 12 + 1. A lo largo de la historia, numerosos famosos han padecido triscadecafobia, entre quienes se puede nombrar al compositor Arnold Schoemberg, Adolf Hitler, el compositor y cantante norteamericano John Mayer y el compositor español Joaquín Sabina, quien en su álbum Alivio de Luto no incluyó la pista 13, sino que la reemplaza por un “+uno”.
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