Berlín, Alemania — Un edificio construido en los frondosos suburbios de Berlín se ha ganado el rótulo de “La Casa de la Perdición” luego que nueve habitantes diferentes murieran de causas
no-naturales en los últimos 15 años. Erigida hace solo 25 años en el distrito de Gatow de Spandau, la casona se hizo con su primera víctima cuando el dueño de un burdel que funcionaba allí
terminó decapitado en un accidente. Posteriormente la casa fue adquirida por un periodista británico, quien poco después cometió suicidio junto con su amante. Y continuando con la seguidilla de
muertes en serie atribuidas al contacto cercano con esta casa, una familia entera fue asesinada luego de habitarla por un tiempo. El caso conocido más reciente corresponde al científico Lorin W.,
y sucedió a principios de enero de 2013, al golpear su coche contra otro cerca del semáforo, intentó huir para evitar problemas y perdió el control de su coche estrellándose a 200 kph. Pero Lorin
W. no fue el primero en conocer a su creador luego de un desgraciado accidente. El dueño de un burdel que desarrollaba sus actividades dentro del último piso de esta casa, murió decapitado cuando
su motocicleta “resbaló” en la autopista en 2003. En el verano de 2012 la policía de Berlín fue llamada para investigar algo que sucedió en esta “Casa de la Perdición”. El escenario
superaba lo macabro, los uniformados se encontraron con los cuerpos sin vida de Kristian B. (69 años), su esposa Kathrin (28 años), y sus dos hijos de 6 y 3 años. Agobiado por las deudas, el
padre de familia habría decidido matar a todos utilizando una bolsa de plástico, y luego suicidarse. Por otra parte, esta casa también cuenta con las almas de John D. y su compañero Jörg K.,
ambos tenían un estado avanzado de SIDA y decidieron suicidarse juntos. Otro suicidio había sacudido la casa en el año 2000, un holandés tapó todas las puertas y ventanas, encendió una parrilla y
murió intoxicado por el monóxido de carbono. ¿Coincidencia o maldición? La verdad parece poco relevante, con solo ver el elevado número de asesinatos-suicidios con el que cuenta este lugar, es
suficiente para que un escalofrío nos recorra la espalda.