La fascinación que despierta un monumento tan antiguo y singular como la Gran Pirámide de Keops ha dado lugar a las más diversas interpretaciones fuera del estricto ámbito de la arqueología. Unos piensan que se trata de una gigantesca biblia de piedra, cuyos elementos arquitectónicos esconderían, codificados, arcanas revelaciones de carácter iniciático. Otros creen que fue construida con ayuda de tecnología extraterrestre y que estaba destinada a servir, en esos tiempos remotos, de punto de referencia para el aterrizaje de potentes naves interestelares. También hay quienes atribuyen a su forma geométrica el poder de concentrar la energía cósmica, lo que, entre otras cosas, valdría para preservar incorrupto el cadáver del faraón, depositado justo en el centro de la construcción. Finalmente otra hipótesis de tipo esoterista asegura que la Gran Pirámide es en realidad un mayúsculo calendario universal, donde, por la disposición de pasadizos y cámaras, podría leerse el pasado y el futuro de toda la humanidad. Las celebres pirámides de Egipto llamadas de Keops, Kefrén y Micerinos, situadas en el límite sudoeste de El Cairo. La mayor de las tres, la de Keops (la Gran Pirámide) simbolizaba la Fuerza de la Naturaleza; la segunda, a un tiro de flecha de la primera, expresaba el movimiento, y la tercera, a menos de un tiro de piedra de ésta, era símbolo del Tiempo, de la Eternidad. Parece que hace tres mil años, la base de estas pirámides estaban orientadas de modo que una de sus caras miraba al norte, la segunda al oriente (dominio del Alfa) y la tercera al occidente (símbolo del Omega). Y que una de las cúspides del triángulo de base, orientada hacia el sur, señalaba el reino de las tinieblas. Ante una obra humana de semejante calibre, tan grande y tan absolutamente resistente al paso del tiempo, continúa siendo inevitable preguntarse (al igual que hiciera Herodoto y luego Napoleón) cómo fueron levantadas las pirámides, y sobre todo, por qué. Y es que el inmenso esfuerzo que supuso extraer, transportar, tallar y encajar cada uno de los bloques no hubiese sido posible sin una fuerza espiritual que impulsase los músculos y la voluntad de los trabajadores en la erección de esta magna construcción, la más imponente de toda la historia de la humanidad. Todo apunta a que los egipcios tuvieron poco y nada que ver con la construcción del complejo de Giza... Muchos son los cálculos y cifras barajados por los especialistas acerca de las pirámides de la IV dinastía. Durante los cien años de historia egipcia que corresponden al periodo de su construcción, se tuvo que colocar un bloque de piedra cada cuatro minutos y medio, con un promedio de 2500 kilos por bloque. En total, 8.972.500 metros cúbicos y 12.000.000 de bloques manipulados entre 25.000 personas trabajando una jornada de 10 horas diarias. Lo que era imposible con la tecnología de la Edad de Piedra. La más convincente de las teorías es una rampa que giraba en espiral alrededor de la pirámide. Los bloques se remolcaban sobre los trineos hasta el punto más alto, pero construir esta rampa sería más difícil que construir la pirámide. Todavía sigue siendo un misterio como lograron determinar la planta de la Gran Pirámide de Keops con tanta exactitud. Según los cálculos modernos, los ángulos entre cada dos lados de la base miden 89 grados, 59 minutos, 5 segundos; y 90 grados, 0 minutos y 58 segundos respectivamente. Tamaña precisión en la búsqueda del ángulo recto permitió que los cuatro lados fueran absolutamente iguales, o casi. En realidad tienen una desviación máxima de 5 centímetros, sobre una longitud total de 230 metros por lado. Nadie sabe cómo fueron extraídas las piedras de las canteras para la construcción de estas pirámides. Dice una extraña leyenda árabe que, para construir la Gran Pirámide, se colocaban bajo las piedras unas hojas de papiro en las que había escritos mensajes secretos. Tras ser golpeadas por una varita, las piedras iban ascendiendo por el aire hasta situarse cada una en su lugar. Hay un informe, cuya autenticidad no se podría asegurar, según el cual en 1978 Israel lanzó un ataque de comandos en gran escala para capturar un OVNI que se encontró enterrado bajo una de las grandes pirámides de Egipto. Si es cierto, sería una prueba contundente de una civilización avanzadísima y de la conexión entre los constructores de las pirámides y los platillos volantes. La Gran Pirámide, ¿es la tumba de Keops? Para algunos, esta construcción fue un monumento funerario. Para otros, un templo. No faltan quienes afirman que es el compendio de un conocimiento muy avanzado y desarrollado por una civilización desaparecida, o por extraterrestres venidos de lejanas estrellas. Tal vez ninguno, o todos en parte, tengan razón, ya que la Gran Pirámide, testigo mudo de más de cinco millones de amaneceres, ha visto cómo su estructura ha servido de escenario para que diversos arquitectos, en distintas épocas, oculten cámaras secretas, algunas de ellas todavía no descubiertas. Hoy, como siempre, el mundo mira a la Gran Pirámide con la esperanza de que se desvelen sus misterios. Mañana, el mes que viene o el próximo año, saltará a la prensa el descubrimiento de nuevas cámaras, a medida que los arqueólogos quieran confirmar o desmentir las numerosas teorías que se han elaborado en torno a este coloso de piedra. Estas son las paradojas que nos intrigan de la única maravilla del mundo antiguo que se conserva. Para muchos estudiosos, resuena con ecos de misterio, múltiples y solemnes preguntas sin respuesta, recuerdos de una cultura que empleó una ciencia tan asombrosa como anacrónica para expresarse. Para otros fue un monumento erigido a la vanidad, sin más ciencia que la fuerza bruta aportada por miles de hombres. Desde esta última posición se tacha invariablemente de “casualidad” todos los datos aportados por sus medidas que sugieren que en este monumento se codificaron conocimientos técnicos especialmente precisos de medidas fundamentales de nuestro planeta. Pese a que las obras, referencias y artículos que tratan el tema de las pirámides se cuentan por cientos de miles, los libros de texto escolares y universitarios zanjan el tema en dos lacónicas frases que se centran en sendas aseveraciones: las pirámides son tumbas y la Gran Pirámide fue construida por Keops. Los egiptólogos llegaron a aceptar esta teoría únicamente sobre la base de los datos proporcionados por dos viajeros que nada tenían que ver con la arqueología. Pero estas pruebas, aportadas respectivamente por el historiador griego Herodoto de Helicarnaso en el siglo V a.C. y por el coronel inglés Richard Howard-Vyse en 1837, como veremos, nada tienen de científicas, aparte de que han sido manipuladas e intoxicadas, tanto en sus propios orígenes como en sus adaptaciones posteriores, en un intento desesperado de presentarlas como auténticas y concluyentes. Para la arqueología oficial el cartucho del faraón Keops, encontrado en la quinta Cámara de Descarga, es la más clara evidencia de que la Gran Pirámide fue construida por él durante la IV Dinastía del Imperio Antiguo, en la primera mitad del III Milenio a.C. Asimismo, las referencias de Herodoto en su obra ‘Los Nueve Libros de Historia’ son consideradas como un respaldo documental suficiente para atribuir a Keops la autoría de la obra. Es la idea aceptada y generalizada para todos aquellos que no han realizado las mínimas comprobaciones, porque a poco que se revise la historia vemos que tales argumentos carecen absolutamente de fundamento.