En la noche del 2 de julio de 1947, una fuerte tormenta sacudió una zona situada a 120 km. al noroeste de Roswell, cerca del pueblo de Corona, en el estado de Nuevo México. Para Mac Brazel, capataz del Foster Ranch, los ruidos que oyó esa noche tenían mayores resonancias que los asociados con las tormentas usuales de la región. El día siguiente, Brazel y un vecino emprendieron viaje a caballo para verificar cuál de sus campos había recibido la lluvia, de modo que su ganado pudiera alimentarse en los nuevos y verdosos pastos. EL HALLAZGO De repente, Brazel llegó a un lugar lleno de escombros. Trozos de metales brillantes y opacos se encontraban esparcidos. Recogiendo algunas de las piezas, el hacendado comprendió que el metal mostraba extrañas características. Si bien era delgado y liviano como el papel, el material era tan fuerte que resultaba imposible doblarlo o romperlo. El domingo 6 de julio, con las muestras de los escombros en la mano, el hacendado se dirigió hacia Roswell para mostrar su hallazgo al aguacil y explicarle lo ocurrido. El aguacil George A. Wilcox llamó rápidamente al aeropuerto militar de Roswell y el personal de seguridad respondió inmediatamente. LLEGAN LOS MILITARES Apenas llegaron los militares examinaron las piezas que Brazel había traído y procedieron a entrevistarlo. El personal militar que se presento estaba compuesto por el Cnel. William Blanchard, el mayor Jesse Marcel y un agente de contraespionaje. Por orden de Blanchard, tanto Marcel como el agente escoltaron a Brazel de regreso a la hacienda. Entretanto el coronel Blanchard notificó al comando superior y envió las muestras al aeropuerto militar de Fort Worth para su examen. El lunes 7 de julio, Brazel y sus acompañantes fueron al lugar del accidente. El campo de escombros, como lo describe el oficial de inteligencia aérea J. Marcel, tenía 1,2 km. de largo y entre 60 y 90 m de ancho. “Nosotros procedimos a recoger las piezas. Muchas de ellas tenían números y jeroglíficos, difíciles de leer. Nada del material estaba quemado. Trate de quemar el metal pero era imposible encenderlo. Se parecía al papel de estaño de un paquete de cigarrillos. Traté de hundirlo con un mazo de 16 libras y no lo logré. El general Ramey me advirtió que debía guardar silencio acerca del choque”. Los dos agentes de inteligencia pasaron el día recogiendo los escombros que podían encontrar; cargaron todo en la parte trasera del jeep de Marcel y se lo llevaron a Roswell. Temprano al día siguiente se envió guardias a toda la zona y mandó a bloquear el acceso a la misma. Oficiales de la U.S. Air Force observando restos del globo sonda que fue puesto en lugar del OVNI siniestrado en Roswell. COMUNICADO DE PRENSA Haz clic para ampliar. El oficial de Información Pública Walter Haut, emitió un comunicado de prensa acerca del choque que conmovió al mundo. “Como oficial de relaciones públicas, para la base del 509 Grupo de Bombarderos, recibí una llamada del comandante, Cnel. William Blanchard. Me dijo muy específicamente lo que deseaba que se dijera en el comunicado de prensa: el hecho que poseíamos restos de un platillo volador estrellado a unos 120 km. al noroeste de Roswell, y que las piezas habían sido traídas a la oficina del aguacil por un hacendado de la región. También me dijo que el mayor Marcel, máximo oficial de inteligencia de la base, llevaría el material al Campo Aéreo Fort Worth, del Ejército, y se lo entregaría al brigadier general Roger Ramey, nuestro comandante superior. Blanchard también dijo: Asegúrese de llevar la declaración en la mano. Entréguela a todos los medios de comunicación”. EL ENCUBRIMIENTO “A la mañana siguiente cuando recogí el periódico, ví que el gral. Ramey de Fort Worth había retractado todo el incidente. Decía que se trataba de un globo meteorológico. Luego averigüe que el capitán “Pappy” Henderson había trasladado algunos de los materiales a Fort Wort. En 1950, el mayor Marcel me dijo que el material había llegado a las oficinas de Ramey y desde allí había sido transferido. Un globo meteorológico fue puesto en su lugar, Marcel me dijo que el material que él había traído no era el que vieron los medios de comunicación.” CADAVERES EXTRATERRESTRES Desafortunadamente para los militares, Barney Barnett, ingeniero civil que trabajaba para el gobierno federal, llegó de casualidad al lugar del accidente antes que las tropas. No solo Barney penetró al lugar, sino también un grupo de estudiantes y arqueólogos. Lo que ellos encontraron fue descrito en detalle por un amigo cercano de la familia Barnett, Vern Maltais, a quien Barnett le había confiado la historia. Según el amigo de la familia Barnett encontró un objeto metálico con forma de disco, de 7 a 9 metros de largo. Cerca de ahí, el ingeniero civil advirtió algunos cadáveres. Los describió como pequeños, tipo humanoide, de 1,2 m de alto con cabezas grandes y cuerpos delgados. Cuando el ejército finalmente llegó al lugar del choque, se asombraron de encontrar civiles en la escena. Un oficial militar les dijo que se habían entrometido en algo que tenía ramificaciones con la seguridad nacional. Los civiles fueron juramentados y conminados a guardar secreto; se les dijo que era su deber patriótico mantener silencio. Poco después, los militares descubrieron los cadáveres. Más tarde el coronel Blanchard llegó al sitio y ordenó que los cuerpos fueran puestos en la parte trasera de un camión, que fueran cubiertos con un impermeable alquitranado y transladados al hospital de la base de Roswell. Pero ahí no terminó la historia de las entidades humanoides con grandes cabezas. Un individuo que estaba cuidando la puerta de entrada del aeropuerto militar reportó que un camión cargado con hielo seco entró tarde en la noche. El propósito del hielo era, posiblemente, el de preservar los cuerpos hasta el momento de emprender nuevos análisis. Los extraterrestres quedaron encerrados en un gran recipiente en uno de los hangares del lugar. Subsecuentemente, los recipientes llenos de escombros fueron llevados en avión al Campo Aéreo Fort Worth, del Ejército, para su estudio. Luego de ser empacados con hielo, los restos de los extraterrestres fueron enviados inicialmente a Fort Worth, y luego a Wright Field en Dayton, Ohio, donde con toda probabilidad pasaron un intenso análisis biológico.