Toda materia, toda forma de vida, ya sea átomo, piedra, hombre o planeta, se baña en un océano de fuerza y de energías divinas; de este modo, un ser humano, al igual que una simple piedra, emite una radiación a la que llamamos aura. Esta radiación, que proviene del ser real y de sus diferentes apariencias, fue puesta en duda durante mucho tiempo por la Ciencia. Sin embargo, hoy en día, la Ciencia ha progresado lo suficiente como para adquirir pruebas irrefutables que constatan lo que los místicos del pasado sostuvieron siempre: que existe alrededor de los cuerpos vivientes un resplandor que puede ser percibido, y actualmente medido, gracias a ciertos aparatos altamente perfeccionados. La fotografía de un aura no hace ya sonreír a nadie, pues se trata de la fotografía de ese resplandor. En un futuro próximo, aparatos aún más perfeccionados ayudarán a percibir su actividad vibratoria y cambiante. RESPLANDORES DEL ALMA El Aura de los santos se ha representado siempre con esplendor y pureza "aurea" en el arte. Aqui vemos a San Joaquín y Santa Ana, de Giotto. En la historia religiosa de los pueblos no faltan ejemplos que se refieren a los beneficios del aura de los santos y de los yoguis, pues muchas curas han sido realizadas con la única presencia del enfermo en el aura poderosa de un maestro. Recordamos especialmente la curación obtenida por aquella creyente que, con sólo tocar el manto de Jesús, se sintió curada. NO niego en absoluto la posibilidad de curación psicosomática donde la fe es el elemento esencial, pero sería desconocer los poderes del aura atribuir solamente todas las curaciones a la fe como único soporte. He aquí una interesante definición del aura que nos permitirá desarrollar algunos aspectos principales: «Aura: campo magnético o eléctrico que rodea especialmente el cuerpo animal y que contiene colores debidos a la frecuencia vibratoria de la energía de este campo. Semejante energía se debe al desarrollo psíquico y a las fuerzas vitales del cuerpo. El aura cambia de color en el curso de la evolución psíquica, pasando de un violeta muy subido a un blanco más puro en los estados más avanzados. El aura es visible en ciertas condiciones y ha sido fotografiada. Puede afectar ciertos instrumentos cuya receptividad ha sido perfectamente regulada. Toda célula viviente tiene su aura y lo mismo ocurre con grupos de células.» El aura es la consecuencia de ciertas energías en actividad en nuestro campo de conciencia. Estas energías, provenientes del Sol o del alma, están contenidas en el hombre gracias a sus centros psíquicos; cuando éstos son activos, el aura lo es también. Los centros determinan la naturaleza y calidad del aura. Cuanto más elevados son los centros activos, más amplio y benéfico es el resplandor del aura. Aparte del aura del Espíritu, cuya vibración es percibida solamente en el momento de las últimas iniciaciones, existen tres fuegos cuya fusión compone el aura humana: • El resplandor espiritual del alma, cuyas frecuencias vibratorias pueden ser percibidas solamente por iniciados avanzados. • La resplandeciente luz dorada del cuerpo etéreo o vital alimentado por el centro del bazo. • La luz sombría que indica la luz latente escondida en el seno del átomo. El desarrollo del aura depende pues, de la actividad normal y unificada de estos tres fuegos. COLORES Y ESTADOS INTERNOS El aura menos elevada es llamada aura de salud. Cuando un ser humano no está sano, posee una acumulación de energía vital, encontrada en la alimentación, en la bebida y en la respiración, la cual irradiará unos cuatro o cinco centímetros sobre la superficie de su cuerpo. El clarividente visualiza el aura de salud bajo la forma de líneas derechas que van de la superficie del cuerpo en todas direcciones. Cuando un órgano está enfermo, el lugar donde está situado irradia más débilmente, volviéndose borrosos los rayos de luz. El resplandor del cuerpo astral o emocional es mucho más sutil. Se extiende también alrededor del cuerpo físico; sus vibraciones son muy sensibles a todo lo que afecta la naturaleza emocional (pasiones, deseos, odios, etc.). Esta emanación puede tener de veinticinco a cuarenta centímetros. El resplandor del cuerpo mental es mucho más amplio que el del cuerpo astral. La frecuencia vibratoria de este aura depende sobre todo del grado de desarrollo intelectual. Se constata que cuanto más elevada es la inteligencia cósmica, más pura y esplendorosa se vuelve el aura mental del sujeto. La unión y armonía perfecta entre estas tres auras estimulan el aura elevada del alma; al fusionar las cuatro en un mismo fuego que consume y transfigura, el iniciado experimenta un estado ideal del espíritu.
ESTRUCTURA ENERGETICA DE LOS COLORES
Rojo: Actividad, fuerza de voluntad, emociones expresivas y gran vitalidad. Al rojo le gusta la pelea y el desafío; un rojo intenso significa hiperactividad.
Naranja: Creatividad, potencial artístico, inteligencia activa. Vibra más lentamente que el rojo y combina actividad y pensamiento.
Amarillo: Actividad a nivel mental. Indica condiciones óptimas para un perfecto funcionamiento de nuestra capacidad intelectual.
Verde: Señala el centro y el equilibrio.
Azul: Seguridad, tranquilidad. La mente puede penetrar en dimensiones más elevadas del ser, gracias a que el cuerpo vibra más lentamente.
Violeta: Búsqueda de soluciones mágicas y místicas. Intuición, transformación. Este color señala una energía psíquica muy sutil que rechaza la violencia y la confrontación.
Blanco: Espiritualidad, actividad mística, concentración, energía.
EN TODAS LAS CULTURAS No podemos saber si el hombre primitivo percibía esta luminiscencia debido al consumo ritual de alucinógenos, si sólo la percibían los chamanes, o si era innata y con posterioridad dicha facultad se perdió. Culturas muy diferentes han reflejado la presencia de ese halo en seres espirituales o de rango superior. El aura está simbolizada, por ejemplo, en los tocados de plumas de los chamanes y jefes indios americanos, en las tiaras cónicas de los faraones egipcios, en la corona resplandeciente de los reyes y en el nimbo que rodea la cabeza de las imágenes de Jesús, la Virgen, los ángeles, santos y budas. También la literatura espiritual de todos los tiempos, desde la hebrea a la sufí, describe a santones y profetas envueltos en luz blanca.