El lienzo envolvió a un hombre, muerto en una cruz y atravesado en un costado por un instrumento filoso, que antes había sido golpeado, flagelado y coronado por una corona de espinas. Según la tradición católica, esta tela es la que envolvió a Jesucristo, una creencia que decenas de estudios científicos analizaron en detalle en busca de fundamentos de realidad. En “Il mistero della sindone” (El misterio del sudario), el docente Giulio Fanti, especialista en Medidas Mecánicas y Térmicas de la Universidad de Padua, y el periodista vaticanista Saverio Gaeta vuelven sobre la cuestión. El volumen, editado por Rizzoli, es fruto de un extenso trabajo de años que llega a la conclusión de que aquel misterioso lienzo puede ser realmente el que envolvió a Jesucristo en el sepulcro; o al menos el que envolvió a un hombre muerto de la misma manera que se cuenta en los Evangelios, en esos mismos años y en el mismo lugar, Jerusalén. El punto de partida de la investigación es la demostración de que la datación con carbono 14 realizada en 1988 y según la cual el tejido había sido realizado en la Edad Media “fue viciada por numerosos errores metodológicos”. En particular, el profesor Fanti propuso nuevas técnicas de datación de los tejidos, realizando incluso una máquina para pruebas de tracción capaz de examinar fibras extremadamente pequeñas. También el polvo que quedó sobre la superficie resulta, según esta investigación multidisciplinaria, compatible con aquel típico del suelo de Jerusalén. Si Juan Pablo II afirmaba que “sin duda es una reliquia”, hay que recordar -dijo el cardenal José Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación de la Causa de los Santos, que “la Iglesia no se pronunció oficialmente sobre la tela de Turín”. Por lo tanto, sigue estando la libertad de creer o no creer: “No hay camino intermedio”, indicó Saraiva en el postfacio del libro-, o se trata de una obra de “un genio” o del “testigo mudo” -como lo llamaba Karol Wojtyla- del “misterio más importante para el creyente: la resurrección”.