La organización de las SS de Himmler, llamada la “Orden Negra” por el color de sus uniformes, recuerda mucho por sus rituales y formas a las órdenes de cabellería de la Edad Media, como por ejemplo los Templarios o los Caballeros de la Mesa Redonda, del rey Arturo. Himmler sólo permitía doce huéspedes en su mesa de Wewelsburg, doce como los doce apóstoles o los doce caballeros de la mesa redonda del rey Arturo. Y de igual forma que el rey Arturo era quien escogía a sus doce caballeros más valientes, también Himmler elegía en persona a sus doce mejores Obergruppenführer para la jerarquía superior de su Orden.
El jefe de la SS encontró en su castillo Wewelsburg su particular Camelot, su sede mística de la Orden Negra. En el norte de la fortaleza se emplazó el gigantesco comedor de 35 metros de largo por 15 metros de ancho, donde sus elegidos se sentaban a una gran mesa redonda de roble macizo, cada uno en un butacón tapizados en cuero y con una placa de plata con el nombre del caballero SS y con su escudo. Al parecer éste era el centro de decisiones de la Orden Negra. Se reunían regularmente para meditaciones y conferencias.
Cada uno de los elegidos poseía su propio aposento en el castillo, cada uno decorado en un determinado estilo histórico y dedicado a una personalidad histórica. Himmler también había pensado en el final de sus caballeros. Bajo la sala de la mesa había un sótano abovedado de piedra natural y separado del mundo exterior por un muro de 1,80 metros de grosor. Allí se escondía lo más sagrado de la Orden: el lugar de culto de los caballeros SS muertos. En el medio del suelo se habría un ahondamiento como la de una fuente, que bajaba en dos niveles. Una especie de platillo de piedra formaba el centro, y en torno a la pared del sótano se extendían doce zócalos de piedra, uno por cada caballero de la mesa. En el platillo debían ser quemados los escudos de los Obergruppenführer muertos.
Urnas con esas cenizas debían ponerse sobre uno de los zócalos. Existían además cuatro aperturas o aspilleras del tamaño de un puño en el techo del sótano, de manera que éste estaba ventilado y durante la ceremonia de incineración del escudo el humo del ritual fúnebre se mantenía en la habitación como una columna. Sobre la sala de la mesa, en el ala sur del triángulo fortificado, se dispusieron los aposentos privados del Reichsführer Himmler, de los que también formaban parte una sala para sus amplia colección de armas y un otra más para albergar una biblioteca que alcanzó los 12.000 volúmenes.
Al lado se dispusieron una sala de sesiones y una sala de vistas para el Tribunal Supremo de la SS. En el mismo ala había habitaciones de invitados para Hitler, quien por cierto jamás apareció en el Wewelsburg – motivo suficiente para que se difundiera en el pueblo de Wewelsburg el rumor de que Adolf Hitler a su muerte debía ser enterrado en el castillo. El Wewelsburg no fue el único castillo que Himmler unió a las SS. “Es mi objetivo”, declaró Himmler en 1937, “que, a ser posible, en la zona de todo estandarte [nota: las unidades SS se dividían en estandartes] pueda ser mostrado un centro cultural de la grandeza y pasado alemanes, de manera que tal centro cultural sea acondicionado para ser digno de un pueblo culto”