Durante horas se repiten los cantos rituales y el batir incesante de los tambores. El ritmo se precipita cada vez más. En el claro del bosque, los negros danzantes, bañados en sudor e iluminados por las antorchas, se encuentran en suma excitación. Pero siguen girando batiendo los brazos, con los ojos desorbitados y la boca hecha mueca por el esfuerzo. Bruscamente se detienen; sólo se mueven las llamas de las antorchas y se escucha el crepitar de los hachones. Una figura vestida con ropas negras y sombrero de copa emerge de entre las sombras de los árboles. Su rostro está embadurnado de blanco espectral, sostiene una vara y un cráneo humano; levanta el rostro hacia el cielo y grita un nombre en la oscuridad de la noche: «Barón Samedi, Barón Samedi». Los tambores rompen su silencio y los danzantes entran en acción. Los cánticos prosiguen sus mensajes misteriosos y extraños, mientras el enigmático personaje contempla la escena.
De esta manera es como cualquier turista que acude a un ritual vudú vería una ceremonia de esta clase, en unas 12 islas del Caribe, en algunas regiones de Brasil o en ciertas zonas del sur de los Estados Unidos. Las contorsiones de los danzarines son obra de los dioses del vudú que poseen a sus súbditos. El hombre del sombrero es el sumo sacerdote, y el nombre que evoca es el del señor del mundo subterráneo, rey de los espíritus vudú de los cementerios.
El término vudú deriva de la voz africana VODÚN: objeto sagrado, espíritu o dios. Fue importado a Haití por los esclavos procedentes de Guinea y Dahomey, en el África occidental. El vudú constituye una corruptela de creencias diversas, tales como los cultos religiosos del África occidental, del catolicismo y de los grimoires, o textos franceses de magia ritual del siglo XVIII. El vudú es también una colección de simbolismos, siendo el propio tambor uno de los más representativos, puesto que la madera y la piel con que están hechos simbolizan la resurrección. Tal es el grado de hipnosis que se apodera de los participantes en este frenético rito, que a veces nadie recuerda después lo sucedido.
zombie
El vudú comprende supersticiones horrorosas, como la de los zombies, o muertos que deambulan por el mundo. Estos «seres» son reales para la población ignorante de Haití. Creen que el mago devuelve la vida a los muertos en forma de esclavos. La creencia en los zombies tuvo muchos adeptos en 1918, durante la gran crisis laboral de las plantaciones de azúcar. Se dijo que los brujos exhumaban cadáveres, los volvían a la vida y los vendían como esclavos. Pero algunas autoridades opinan que estos «esclavos» eran personas que fueron drogadas hasta el coma, consideradas muertas, sepultadas, desenterradas y revividas con otros fármacos. Antes de vender a sus víctimas, los brujos les cortaban la lengua para que no revelasen su procedencia. La práctica se extendió de tal modo que fue promulgada una ley que consideraba como asesinato la administración de drogas soporíferas. Se dice que varios de estos brujos fueron juzgados y ahorcados.
Existe una forma de danza demoníaca comunitaria, que se practica en ciertas aldeas remotas del sur de la India, poco relacionada con los oscuros ritos del vudú; sin embargo, se advierte un claro objetivo en común con la religión negra: alejar el fantasma de la viruela. Se creía que las personas infectadas con el virus se transformaban en demonios, superstición fomentada por las horribles pústulas y por el delirio, síntomas característicos de la enfermedad. Algunas familias contratan a danzarines profesionales para que en sus cuerpos se lleven al «demonio». Estos «exorcistas» resultan ser personas inmunizadas contra la viruela.
Es costumbre que los danzarines se vistan con una túnica de hojas, se coloquen una máscara de bronce con los colmillos salidos y exhiban caracteres que exageren los síntomas de la viruela. Beben grandes cantidades de «arrack» [un licor fuerte elaborado en la zona], y se contorsionan violentamente al ritmo de los tambores.
Cuando los danzarines se creen poseídos del [demonio], se lanzan al campo y se llevan consigo la enfermedad.
El vudú es en realidad una mezcla de religión, hechicería y magia. Mientras en el mundo occidental se busca la comunión con dios por medio de la meditación y el recogimiento, en ciertas religiones originarias de África el cuerpo humano es el vehículo de lo sagrado. Los dioses se posesionan de los fieles y les hacen estremecerse violentamente. Para el profano, resulta muy difícil penetrar en su significado oculto.
El tema del vudú ha sido y seguirá siendo uno de los misterios más indescifrables de todas las culturas; mismas de las que tenemos pocos o escasos conocimientos y que nos resultan, siempre que se abordan, de un gran interés y asombro.
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