Las cuevas y piscinas naturales tuvieron un papel destacado en la cultura maya, ya que eran consideradas puertas al inframundo que permitían a los mayas comunicarse con los dioses y con sus antecesores para hacerles llegar sus súplicas, en su mayoría relativas a la necesidad de lluvia y al cese de las sequías.
El templo dedicado a la deidad del agua, Chaac, ha sido encontrado por un equipo de arqueólogos en Cara Blanca (Belice). Se han encontrado los restos de una plaza con una cabaña y dos pequeñas estructuras cerca de un profundo cenote, donde los mayas colocarían frascos, tarros y cuencos y donde es probable que rezaran y ofrecieran sus sacrificios al dios del agua. No era una práctica extraña para los mayas peregrinar a piscinas o cuevas alejadas del lugar donde vivían para intentar que sus antecesores, las deidades del agua y la lluvia —y otros entes sobrenaturales— les concediesen lluvia en momentos de sequía y unas buenas cosechas.
Los peregrinos solían dejar en esos lugares ofrendas de jade, vasijas de cerámica y practicar distintos tipos de sacrificios. Las 25 piscinas naturales de Cara Blanca constituyen un lugar muy particular. Su aislamiento respecto a otras comunidades establecidas y su relativamente dispersa pero genuina arquitectura, hace pensar a los investigadores involucrados en este hallazgo que podría tratarse de un lugar de peregrinación. Las visitas habrían aumentado entre el 800 y el 900 d.C., cuando los mayas se tuvieron que enfrentar a largas y numerosas sequías que hicieron mella en la estructura de su sistema político y social.
Chaac, una deidad de fuego y agua
Como se ha apuntado antes, las súplicas y sacrificios estarían dedicados al dios Chaahk. Se trataba de uno de los dioses más importantes de todas las deidades mayas, no sólo conocido o venerado durante el período posclásico, sino también en períodos anteriores a éste.
Según expresó la historiadora y antropóloga Ana García Barrios en El dios Chaac en el nombre de los gobernantes mayas, «Chaac, por un lado, es fuego al desdoblarse en rayo o relámpago, y fue uno de los apelativos que más emplearon los gobernantes mayas. Por otro lado, es agua o lluvia, que por lo general y en especial en el norte, se entiende como principio generador de vida, aunque sabemos que Chaac poseía también los aspectos negativos de la lluvia encarnados en diluvio, inundaciones e incluso huracanes».
A fin de analizar la relación de los mayas con esta deidad y las implicaciones de este hallazgo para la arqueología y el conocimiento del mundo maya, dos de los antropólogos embarcados en este proyecto, Lisa J. Lucero (Universidad de Illinois) y Andrew Kinkella (Universidad de Moorpark), explicarán este mes en Cambridge Archaeological Journal a través de un extenso artículo el proceso, los elementos más destacados y el posible alcance de este descubrimiento.
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